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El Museo del Comercio regala a los visitantes que se acerquen hasta sus salas, durante esta semana, el dibujo recortable de una cuaresmera, representación simbólica que se colgaba en los comercios y en las casas para contabilizar el paso de las siete semanas del periodo cuaresmal.
La Cuaresma, -período de cuarenta días, de ayuno y abstinencia de carne, que precede a la Pascua y que comienza el Miércoles de Ceniza- ya aparece documentada en la literatura francesa del siglo XIII y en Castilla en el siglo XIV por el Arcipreste de Hita en El Libro del Buen Amor.
En el siglo XVII la representación popular de la Cuaresma se generaliza en Centro Europa en forma de calendario cuaresmal, que representa las siete semanas de Cuaresma.
En España ese calendario es conocido como La Cuaresmera, del que existen múltiples representaciones. Se personifica en la figura de una anciana, realizada en madera o cartón, que muestra los alimentos propios del tiempo de Cuaresma, verduras y pescado. Tiene siete piernas que representan las siete semanas cuaresmales, símbolo de los días de ayuno del Señor en el desierto. Existen multitud de representaciones de ella.
La Cuaresmera se solía colgar en una ventana de la casa, el Miércoles de Ceniza y cada domingo de Cuaresma se le arrancaba una pierna. El Domingo de Pascua de Resurrección se serraba o quemaba con la última pierna que le quedaba y se celebraba ese día de júbilo con una suculenta comida en la que de nuevo hacía su presencia la carne en forma de cordero, embutidos u hornazo.
La Cuaresmera se exhibía además en los escaparates de los comercios y ultramarinos para anunciar la venta de bacalao en salazón, protagonista en el tiempo de vigilia cuaresmal, por ser el único que llegaba a Castilla -conservado en salazón- y que mostraba gran variedad en su preparación.

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