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Señor alcalde y autoridades presentes. No quiero enumerarlas una a una, para no alargar indebidamente este acto y para evitar alguna omisión que, desde luego, no sería intencionada. En resumen, ¡buenas tardes a todos!

Quiero agradecer a la ciudad de Salamanca, y en su representación a su alcalde, a toda la Corporación Municipal y a todos aquellos que, de una manera u otra, han colaborado para que la Asociación de Amas de Casa y Consumidores de Salamanca haya merecido el gran honor de recibir la Medalla de Oro de la ciudad.

Aprovecho también para felicitar a mi compañera de homenaje por su magnífica trayectoria profesional.

Hoy recibimos esta medalla dos representantes del mundo femenino de Salamanca. María Victoria Mateos, una mujer del siglo XXI, que ha alcanzado grandes metas en su profesión gracias a su esfuerzo y a su valía, algo por lo que todas las mujeres nos sentimos muy orgullosas, pero, además de ello, gracias a que la evolución de la sociedad ha favorecido que la mujer pueda demostrar todo su talento.

Y yo, que represento a una mujer muy distinta, la mujer del siglo pasado. Y para entender a lo que me refiero, hay que hacer un acto de imaginación y así poder ver cuál era la situación de la mujer hace más de medio siglo.

Era una mujer dedicada exclusivamente al marido y a la familia, olvidando su propia vida y sus sueños. Es más, había algunas, no muchas, que, aun habiendo hecho una carrera, al casarse, como si fuera una obligación, pasaban a ser el apoyo del marido, de los hijos, a atender a los mayores, a gestionar los ingresos familiares, que en muchos casos eran más bien pocos.

Y os puedo garantizar que yo, que llevo más de cuarenta años tratando a estas mujeres, me he quedado muchas veces sorprendida al encontrar amas de casa con tal inteligencia natural, que me han dado grandes lecciones de vida. Pero la sociedad no les dio la oportunidad de desarrollarse.

Tampoco podemos olvidar a aquella mujer ama de casa, cuyo marido tenía un pequeño negocio y era el apoyo, no solo de la familia, sino también del negocio, ayudando en el mismo, como una trabajadora más, sin tener reconocimiento alguno a su labor.

Por supuesto, quiero recordar a la mujer rural, tan dura como era su vida, que además de las labores domésticas, tenía que atender las tareas del campo o del ganado de la casa.

Con esto quiero reflexionar sobre lo mucho que se ha avanzado en el campo de la defensa de los derechos de la mujer. Es cierto que ha tenido que pasar medio siglo para llegar a la situación de hoy, tras la cual ha habido una lucha silenciosa de muchas mujeres anónimas que han peleado, especialmente las madres, para que sus hijas tuvieran las mismas oportunidades que sus hijos. Para que pudieran cumplir sus sueños, hacer una carrera y poder ejercerla, algo que a aquellas le negaron. Sin embargo, a pesar de todos estos logros, todavía queda mucho camino que recorrer para llegar a una igualdad real entre mujeres y hombres.

Queridos amigos, esta Asociación ha estado presente en la sociedad salmantina durante 53 años ininterrumpidamente, dedicándose a la defensa de las amas de casa y a partir de los años 80 también de los derechos de los consumidores.

En esos años en España se hablaba muy poco de los consumidores y aún menos de la defensa de sus intereses. Anunque el artículo 51 de la Constitución ya recogía la defensa de los consumidores, hubo que esperar hasta el año 1984 para que ese mandato se hiciera efectivo con la aprobación de la primera ley de defensa de los consumidores. En aquel momento, nuestra Asociación modificó sus estatutos y pasó a denominarse Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de Salamanca.

¿Y por qué fuimos pioneras? Porque esta Asociación comenzó en la defensa de los consumidores incluso antes de que se aprobara dicha ley.

A finales de los años 70 y principios de los 80 nuestra entidad ya participaba en las Juntas de Precios de los Gobiernos Civiles, defendiendo que los productos básicos de la cesta de la compra no subieran demasiado. Ha pasado medio siglo y seguimos con la misma lucha. Nada nuevo. La cesta de la compra. Siempre que hay una crisis, es la primera que se resiente.

Desde entonces hemos trabajado mucho y con muy pocos recursos. Siempre apoyándonos en el voluntariado, que ya se sabe, supone mucho esfuerzo y no muchos logros. Ha sido una carrera difícil, por la gran variedad de aspectos que abarca el consumo, ya que nos pasamos una importante parte de nuestra vida consumiendo… ya sean productos, ya sean servicios.

Sin embargo, en estos momentos el consumo se ha convertido en un área muy compleja, en constante evolución por el rapidísimo avance la tecnología, con retos tan importantes como es el comercio online, las ciberestafas, las constantes llamadas de spam que tanto nos molestan a todos, la inteligencia artificial, que no quiero ni pensar hacia dónde va a evolucionar…

Todo ello hace que estas asociaciones de consumidores, tal y como están planteadas hoy, no puedan asumir esta defensa del consumidor con los medios limitados de los que disponemos, ya que sería necesario personal cualificado y, por supuesto, retribuido.

Esta Asociación ha hecho un gran esfuerzo en la formación, ya que siempre he dicho que el mejor defensor del consumidor es él mismo cuando esta informado y sabe reclamar sus derechos.

No quiero dejar pasar la ocasión sin agradecer a la Junta de Castilla y León su colaboración en la formación de nuestro personal. Formación que después revertíamos en los consumidores y que gracias a las subvenciones que recibíamos podíamos realizar cursos de formación, congresos, charlas y mesas redondas.

También quiero agradecer al Ayuntamiento de Salamanca, por los medios que pone a disposición de los consumidores en nuestra ciudad como es la Oficina Municipal de Información al Consumidor y la Junta Arbitral de Consumo, que fue constituida en el año 1997. En aquel momento en todas capitales de provincia de la Comunidad se creó una Junta Arbitral de Consumo, pero, lamentablemente, no todas las han mantenido durante 28 años como sí ha hecho el Ayuntamiento de Salamanca. Y eso es algo que agradecemos y reconocemos, porque son órganos gratuitos que se ponen al servicio de los ciudadanos.

Pero volvamos al ama de casa. En los años 70 y parte de los 80, la Asociación de Amas de Casa era la única entidad que atendía a las mujeres, pues no había ni ninguna otra asociación ni administración que las escuchara.

Cuando una mujer tenía un problema de soledad o tristeza, llegaban a nosotras con una gran carga emocional, solicitando ayuda y contándonos todos sus problemas: violencia de género, doméstica, drogadicción de los hijos, enfermedades mentales… a veces era desgarrador oírlas. Normalmente eran mujeres de una condición social y económica precaria, ya que aquellas que tenían recursos económicos y sociales solían buscar otro tipo de ayudas.

Venían con vergüenza e incluso con sentido de culpa al contar sus situaciones familiares, ya que tenían asumido que lo que en casa pasa en casa se queda. Nuestro gran problema era que no teníamos adónde enviarlas para solucionar su situación. A veces podíamos mandarlas a Cáritas, o a la parroquia y poco más, porque repito, en pocos lugares se ocupaban de estos temas.

Las invitábamos a que participaran en las actividades que programábamos como cafés coloquios, visitas a exposiciones, cursos, viajes, excursiones… que también nos hemos divertido.

Lo más gratificante para nosotras era verlas en nuestras reuniones y cuando, discretamente, les preguntábamos por sus problemas, nos contestaban: ¡bueno, ahí va!, pero esos ratos que paso con las amigas y con vosotras me hacen olvidar mis problemas.

Esas palabras de agradecimiento compensaban nuestra dedicación altruista y voluntaria, ya que nunca nadie en la Asociación ha recibido ninguna compensación económica. Nos sentimos muy orgullosas por haberle dado voz a mujeres anónimas. Pido un aplauso y un homenaje para aquellas mujeres que tanto dieron y tan poco recibieron. 

Siempre hemos dicho que la sociedad tenía una deuda con ellas. Creo que este homenaje de la ciudad de Salamanca paga, al menos en parte, esa deuda.

Esta medalla que recibo con humildad, alegría y agradecimiento la dedico a todas las mujeres que, a lo largo de tantos años han pasado por la Asociación. Tampoco quiero olvidar a aquel grupo de mujeres que en 1972 fundaron la Asociación de Amas de Casa y Consumidores. ¡Va por todas vosotras!  

Muchas gracias.
 

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