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Queridas autoridades.

 

Querida Corporación municipal.

 

Queridos Premiados.

 

Queridos Representantes de la sociedad salmantina.

 

Queridas amigas y amigos.

 

Salamanca es la empresa común que nos une. Una ciudad de concordia, tolerante, solidaria, acogedora y sobre todo, universal.

 

Precisamente este carácter global lo representan a la perfección nuestros dos galardonados con las Medallas de Oro de Salamanca 2023.

 

 

Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’ y Alumni son dos extraordinarios ejemplos de marca Salamanca. Han llevado el nombre de nuestra ciudad por todo el mundo mucho antes de que se acuñara este concepto tan en boga.

 

La palabra “maestro” es una de las más bonitas de nuestro idioma, y Pedro Gutiérrez Moya la escuchará hasta su último aliento.

 

El Niño de la Capea es una de las figuras más importantes que ha dado la historia de la tauromaquia y una referencia absoluta en el escalafón en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.

 

Un salmantino universal que engrandeció la fiesta nacional, primero como matador de toros y posteriormente como ganadero. Una fiesta que forma parte del ADN charro, que fomenta el desarrollo rural, que crea empleo y que, desde las instituciones, debemos proteger, preservar y difundir como parte esencial de nuestra cultura.

 

Pero por encima de su mando en plaza y de sus triunfos incontestables, lo que más admiración provoca es su historia de superación, lucha y sacrificio. La capacidad que tuvo de cumplir los sueños más ambiciosos a pesar de su origen humilde.

 

Hay que viajar en el tiempo hasta mediados del siglo pasado. Estamos en el barrio de Chamberí, al otro lado del río Tormes.

 

El pequeño Pedri, de apenas diez años, empezaba a destacar delante de las vacas que se lidiaban en La Capea, una pequeña plaza contigua a un matadero que incluso dio cabida a una escuela taurina.

 

De aquel coso tomó el nombre por el que sería conocido en medio mundo. Mención especial merece México, el país en el que fue y sigue siendo todo un ídolo. Doy fe de ello, al maestro Capea se le quiere y se le recuerda con admiración y con orgullo.

 

El maestro se entregó a la causa taurina con ambición, con arrojo y sin complejos. El mismo día de su alternativa, el 19 de junio de 1972 en Bilbao, Pedro Gutiérrez Moya mostraba en una entrevista su declaración de intenciones: “Voy a ser figura del toreo este mismo año”.

 

Dicho y hecho. Líder del escalafón en seis ocasiones durante los años 70 y 80, cinco puertas grandes en Las Ventas, 23 orejas en esta plaza, la más importante del mundo, después de La Glorieta, el torero salmantino con más corridas de toros a sus espaldas…

 

Durante aquellos años de gloria El Niño de la Capea llevó el nombre de Salamanca por cada uno de los cosos en los que destapó el tarro de las esencias de su tauromaquia poderosa y templada.

 

Hoy, medio siglo después de su alternativa, sigue en plena forma, como demostró el año pasado en Guijuelo.

 

Pero si Pedro presumió y mucho de salmantino en su etapa de matador de toros, también lo hizo como ganadero, prolongando y reforzando esa alianza tan estrecha con su tierra, que ha sido capaz de contagiar a su familia.

 

La leyenda continúa y los salmantinos nos sentimos muy orgullosos de nuestro torero. Muchos aficionados y amigos de toda la provincia han venido al Teatro Liceo a testimoniar su respeto y admiración por el Niño de la Capea, y a compartir las emociones propias de la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad de Salamanca, de la que se ha hecho merecedor por su carrera profesional y sus valores humanos.

 

La universidad de Salamanca es nuestra institución más universal y talentosa, querido Rector. Hoy queremos reconocer, a través de ella, la trayectoria de la Asociación de Antiguos Alumnos de la institución académica, Alumni USAL.

 

Una agrupación que cuenta en estos momentos con más de 50.000 miembros que pregonan a los cuatro vientos el orgullo que les produce haber sido alumnos de la Universidad de Salamanca.

 

Querido Antonio Huertas, presidente de Alumni, los salmantinos nos sentimos orgullosos de esta gran comunidad que ha tejido unos lazos inquebrantables con nuestra ciudad y su Universidad.

 

Resulta entrañable comprobar que, décadas después de haber pasado por estas aulas, el vínculo con aquella etapa siga intacto. Que no solo presumáis de haberos formado en Salamanca, sino que además trabajéis para difundir la grandeza de la institución académica que guió vuestras vidas como profesionales, y también como personas. Y de paso, seáis los mejores embajadores de nuestra ciudad.

 

 

No hay mejor publicidad para nuestra ciudad, que un directivo de éxito, como es tu caso Antonio, diga alto y claro en foros de relevancia internacional que ha llegado a ser lo que es gracias a la Universidad de Salamanca.

 

También es de admirar y de agradecer que dediquéis una parte de vuestro valiosísimo tiempo a la causa de Alumni. Ahí radica gran parte del éxito de esta asociación, que ha conseguido la implicación de profesionales de ámbitos dispares que tienen en común su conexión perenne con Salamanca.

 

Alumni tiene un músculo cada día más fuerte que hace más grande a la Universidad de la que mana. El trabajo que realiza en campos como la inserción laboral, el mentoring, el reconocimiento a la investigación o la excelencia académica es un ejemplo para muchas organizaciones.

 

 

Cada año trae a Salamanca a más de 2.000 antiguos alumnos que celebran los diferentes aniversarios de sus promociones. Son 2.000 personas que renuevan sus votos con nuestra ciudad y pueden apreciar las transformaciones que ha experimentado a lo largo de los años, en unas ocasiones les gustarán en otras les sorprenderán y con alguna puede que se sientan decepcionados, sobre todo si con las sucesivas urbanizaciones ha desaparecido ese rinconcito preferido, en el que se pasaron tan buenos ratos. Si fuera este el caso, pido disculpas, porque  a veces el progreso puede llevarse por delante buenos recuerdos.

 

Aunque lo esencial es que el espíritu de Salamanca no ha cambiado a través de los siglos, y  es la ciudad vitalista, animada y arrebatadora que todos disfrutamos.

 

 

 

La Universidad que lleváis en el corazón sigue creciendo, gracias a la buena gestión de su equipo rectoral, en unos momentos en los que otras universidades pasan serias dificultades para mantenerse o incluso disminuyen sus matriculaciones. Seguramente alguna responsabilidad tendrá también Alumni en ese crecimiento.

 

Y la ciudad tiene que crecer también, estamos impulsando grandes proyectos, con el acuerdo de las administraciones, instituciones y asociaciones, y nos gustaría que Alumni participara activamente en este proceso, como lo está haciendo la Universidad.

 

Las personas que habéis estudiado, soñado, amado o trabajado en nuestra ciudad, tenéis mucho que aportar, desde el cariño y el sentimiento compartido de haber pasado en Salamanca los mejores años de vuestra vida.

 

 

 

Vuestro bagaje profesional y humano, vuestras visiones de otras culturas, de otras formas de ver la vida, nos enriquecen y son también un poderoso acicate para todos nosotros, en el camino hacia la excelencia que la Asociación Alumni representa.

 

Sigamos construyendo Salamanca juntos y sintiendo el cosquilleo que el nombre de Salamanca y de nuestra Universidad nos produce en los ojos y en los corazones.

 

Los salmantinos nos sentimos muy agradecidos por vuestro cariño, compromiso y entrega a nuestra ciudad, y nos hace muy felices  otorgar a Alumni la Medalla de Oro de la ciudad.

 

Gracias a Pedro Gutiérrez Moya y Alumni por engrandecer el nombre de Salamanca. Enhorabuena de todo corazón a los premiados, y muchísimas gracias a todos ustedes.

 

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